11 de febrero de 2018

And they will light my world

Al-Ahmar está haciendo un esfuerzo muy grande por no reírse, pero no consigue borrar la sonrisa de sus labios. Frente a él, Avani, que está un poco pálido, empieza a abanicarse la cara con una hoja de papel.
—Creo que será mejor que se siente —comento. Al-Ahmar me da la razón asintiendo y me acerca una silla mientras, con cuidado, ayudo a Avani a dejarse caer sobre ella—. Avani, ¿te encuentras bien?
—Aguanta el tipo, filósofo —se burla el nasrí, con infinito cariño—. ¿Todavía nos oyes?
Él asiente despacio y se hacen unos segundos de silencio. Al-Ahmar suelta una carcajada, le pone la mano en el hombro y lo sacude. 
—¡Que nos vamos a París, hermano! ¡Nos vamos a París!
—Nos vamos a París —repite él, con un hilo de voz. Yo le cojo las manos y se las aprieto mientras doy absurdos saltitos. 
—¡Nos vamos a París, Avani! Y no solo es que nos vamos, es que nos han invitado gracias a Simurgh. ¿Te das cuenta? ¡Lo estamos consiguiendo! ¡Esta es la prueba de que todo valió la pena!
—Los dos años de Zurich, los seis meses en Madrid, incluso el año de Londres... —enumera al-Ahmar—. Todo nos estaba llevando al mismo sitio. ¡Vamos por buen camino, hermano!
Él finalmente consigue enfocarnos con la mirada. Levanta los brazos, lanza la hoja de papel por los aires, se pone de pie de un brinco y nos agarra a los dos por los hombros. Nos ponemos a saltar repitiendo "nos vamos a París" y fuera, con el frío que hace en Escocia y el hielo de la ventana, empieza a asomar el sol detrás de las nubes con las que ya hemos aprendido a convivir más que de sobra. 



Remember my heart, how bright I used to shine!

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