Había rezado por este momento durante años. Años pidiendo el hermano que, de repente, tengo. El hermano que siempre quise tener. El que añoré.
Este blog es testigo de todas las veces que dije que te odiaba, que te rechacé, que lloré por tu culpa. No voy a negar esos sentimientos, porque los tuve, y muy intensamente. Pero todo fue fruto de mi más frustrada incomprensión. No lo entendía. Como tú me dijiste anoche, tampoco entendías nada. Nada de lo que pasaba alrededor. Yo te perdí, y mi corazón se estaba volviendo loco. Loco de dolor, empezó a rasgarse a sí mismo.
Sharlak, Mordrek, Sam... todos se estaban perdiendo en el bosque. Queco Toldren tenía que enfrentarse a su gesta más peligrosa, la espesura. Una espesura de la que pocos salen. Porque, mi vida, no todos son capaces de atravesar el bosque. La oscuridad se los traga, los devora, los marchita, los pierde. Y tú saliste. Te costó, te costó mucho tiempo, pero saliste. Y la luz volvió a bañar tu rostro lleno de arañazos. Porque siempre, siempre estuviste destinado a ser un caballero. Eres un caballero. Y ahora estás preparado para la siguiente etapa de tu vida.
Te recuperé. Te tengo otra vez. Y sanadas las heridas de la locura, mi corazón te abre los brazos otra vez, te abraza con la fuerza de una tempestad, te llora, esta vez de felicidad, porque volvemos a ser lo que alguna vez fuimos. Porque el amor, nuestro amor, ha sabido mantenernos a salvo de la oscuridad.
No eres únicamente tú el que ha cambiado. Yo también tenía mucho, mucho que aprender. Mucho que mejorar. De pronto me he convertido en la hermana pilar, en una de las claves de tu vida, como siempre quise ser. De pronto, todo está en su sitio.
Vendrá la oscuridad, pero la venceremos con nuestra luz.
Y el viento nos despeinará desde lo alto de la Torre de las Lápidas, porque brillamos mucho más que la armadura de placas doradas de Lord Drakill.
Te quiero, siempre te he querido.
Más que a nadie en el mundo.
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