De acuerdo, pasamos muchísimo frío, dormimos cosa de cuatro o cinco horas todas las noches, nos congelamos las manos y los pies, nos revolcamos por el barro y se nos cayeron cosas encima, estuvimos horas sin comer, desmontaron tiendas con una nevada que no era normal, se nos atascaron con baños y hubo que renunciar a la ducha para no morir congelados, no teníamos agua potable, casi nos revienta la vejiga en el viaje de autobús y tuvimos que tranquilizar a sesenta niños en una evacuación forestal, sin cobertura, en el punto más alto de una montaña.
Pero también vimos caer nieve mezclada con pétalos de almendro, nuestros niños construyeron una cabaña increíble y lo hicieron entre todos, aprendimos a maquillarnos como mimos, vimos un cielo increíble que no disfrutamos en la ciudad, comimos unas hamburguesas buenísimas, disfrutamos de una velada divertidísima, aprendimos a bailar y a caminar por la cuerda sola, hablamos de Hermano Gris, de Kaa y de Bagheera, nombramos a Rama y a Raksha porque los niños los recuerdan, hicimos grupo como nunca y presenciamos momentos emocionantes, prometimos seguir nuestra Ley con ayuda de la manada, de los Viejos Lobos, del mundo. Además, dos pequeños me escogieron para ser su testigo en esta entrada en el mundo de la flor de lis. En realidad ha sido un campamento de Pascua inolvidable.
Hoy se me llenaban los ojos de lágrimas hablando de ello, me he dado cuenta de que lo echaré de menos y que intentaré mantenerlo de alguna manera. Mis compañeros, mis scouters, me han enseñado el sacrificio, el darlo todo por los niños, vencer el cansancio y las pocas ganas, el seguir adelante, y, por supuesto, estar siempre listos.
Les pido perdón por mi falta, de la que no tengo excusa. Pero no volverá a pasar. Quiero ese mundo dentro de mí, y puesto en el cuello. Me gusta seguir siendo Rama, en una parcela pequeña dentro de mí, y este verano será lo más grande del mundo. Cuando estemos juntos quince días y podamos ser lo que de verdad somos: un grupo.
Siempre listos. Siempre. Y aunque tenga sus días, como todo, estoy orgullosa del Kraal al que pertenezco. Y de la manada, por supuesto. Me los comería con "pan y mantequilla".
Cosas que tienen que ver, Treinta días de oscuridad y otras maneras de perder el tiempo. Lo que tiene que hacer una para que te quedes, gordo.
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