Ese sentimiento de complicidad y entendimiento me lo dan pocas personas, y una de ellas eres tú. Como en cada encuentro, no importa lo que tardemos en vernos; es como si no hubiesen pasado más que unas horas. Estás cuando tienes que estar, y yo intento hacer lo mismo. Porque, a lo tonto, hace casi cinco años que te conozco, y estoy convencida de que has sido una de las mejores adquisiciones de mi vida. Sí.
Gracias, en general. Por el té helado casero, las conversaciones sobre intentos fallidos, la pseudo-hipnosis y las molduras de corcho. Espero que no pase otra Cruzada antes de verte.
Tiene gracia, pero en el desierto de mi imaginación, si tengo que cabalgar al lado de alguien, siempre es contigo. Somos la llave y la cruz, el halcón y el águila, la mano y el pez.
Sé que estás leyendo esto, y por eso me tomo la libertad de dirigirme a ti directamente. Tengo algo importante que decirte: sé que me quieres por ser la única especial que entra en un restaurante de sushi preguntando si, aparte de eso, tienen otra cosa; y ese condenado pescado crudo tuyo picaba como una piedra del Infierno, cafre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario