El viaje tan esperado llegó a su fin, y nos dimos cuenta en un ascensor. En el ascensor con espejos de la noche más épica de toda esa semana. Una noche de canciones, conversaciones, fotos, intentos de beso, cervezas, chocolate caliente, y una fusión hindú, brasileña, canadiense, japonesa, inglesa y española. Una grandísima noche. Pero la noche en que nos dimos cuenta de que aquel viaje tan esperado y tan nombrado se estaba terminando.
Hemos paseado por las ruinas que nos vieron nacer, incluso he podido abrazarlas. Hemos saltado de puente en puente, porque se te lleva la corriente del canal, desde donde te miran las máscaras. hemos hecho un pleno, un 7/7, bailando todas las noches y todos los días al ritmo de las canciones que terminamos sabiendo de memoria. Hemos montado en burro y vivido una experiencia cercana a la muerte, a la muerte de risa. Hemos grabado vídeos de canciones malísimas y nos hemos matado a golpes con las esquinas del camarote. Nos hemos perdido en un barco gigantesco y hemos ido a beber agua con hielo a las tantas de la mañana, noche sí, noche también. Hemos recorrido una muralla anclada en el mar, y hecho amistad con un trovador que me regaló su música y su sonrisa. Hemos comido, vaya si hemos comido. Nos hemos apuntado a todas las fiestas temáticas y hecho amigos de muchos lugares distintos. Nos hemos chopado de agua griega con los nubarrones de un sitio que, mira por dónde, resultó ser una isla. Hemos salido de noche y bebido del alcohol griego, en la calle y en el bar. Hemos ido con los móviles en alto, en un intento de buscar redes inalámbricas que robar, para ponernos en contacto con España. Hemos maldormido en aviones, autobuses, lanchas y barcos.
Hemos hecho tantas cosas.
Si empiezo, realmente no paro. Pero para eso está la libreta, porque ahí estarán todos los recuerdos, el minuto-a-minuto de esta semana mediterránea, que ha sido una experiencia de 10 y que no olvidaremos nunca. Nos quedan recuerdos para muchas, muchas reuniones familiares.
Y dejando el "hemos" para pasar al "he", aquí sí que hay ríos de tinta.
Por la sensación de haberme acercado a una pequeña presencia y de haber sellado vínculos más fuertes con otra no tan pequeña. Por haber tocado y abrazado las piedras que nunca pensé que vería. Por recordar todo el camino que hice hace un año encima de la Laguna. Porque bailé, y bailé, y bailé, y me di cuenta de que incluso con pareja sigo siendo una chica sexy que tenía loco a medio barco. Por el mar, el mar abierto y su viento, su olor a sal, su oscuridad total y su cielo cuajado de estrellas. Por mis padres, por mi hermano y nuestra relación amor-odio, que sólo él dirige. Por todos los regalos y el sufrimiento de cargar con seis botellas de cerveza. Por cosas que yo sólo sé.
Gracias a la libreta de cuero, empezamos a recordar.
Y siempre recordaremos. Nos quedan tantas y tantas canciones.
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