3 de agosto de 2012

Stand alone

En El diario de Bridget Jones se hacía una reflexión muy interesante, creo que basada en una de las leyes de Murphy. Y es que cuando un aspecto de tu vida empieza a ir bien, hay otro que va desastrosamente mal. Correcta. La avalo y la repito cuantas veces haga falta. Y es que no sé cómo lo he hecho, o cómo lo hemos hecho (quiero pensar que no soy la única implicada), pero es increíble la capacidad de volver loco a todo el mundo en cuestión de horas. 
La realidad supera la ficción, y esto no es una película. 



Qué locura, por Dios. Qué par de noches en vela, con calor y perfume de tabaco en el pelo, qué minutos agónicos delante de alguien a quien quieres decirle algo pero no puedes, por medio a las consecuencias, qué dolor en los oídos porque, si los altavoces están altos, tu conciencia todavía grita más fuerte en tus orejas. Cuánto alcohol, cuánto alcohol hace falta para malinterpretar el cariño y transformarlo en carne. La carne es carne. Muchas canciones que bailar, equivalentes a las horas que pasaré despierta pensando en lo que hice, aunque realmente no lo hice. Un pecado de pensamiento que costó más sangre a mi cerebro que cualquier otro acto. 
Dolor, en general. Medias mentiras y medias verdades. Lo dicho, una locura. Mentir a unos para proteger a otros, decir la verdad y defender a otras personas, defenderte a ti. Partida por la mitad, entre la confianza y el secreto. ¿El secreto de quién? ¿El mío, el suyo? No lo sé. Igual es que no quiero saberlo.
Sólo... eso. Una gigantesca y enorme locura. Con todo lo que ello implica.
De acuerdo con que a mí se me pasan las cosas relativamente deprisa, que procuro enterrar malos pensamientos y malos recuerdos lo más rápido posible. Pero esto es harina de otro costal. Cada vez que digo un refrán, pienso en Thraïs y en Drenk, cosas que tienen que ver. 



La gracia de todo es que ya está arreglado. Hasta la última parte. Y de verdad. Fantástico. Mi cuerpo se recupera poco a poco de un aneurisma para caer en otro; porque me han dejado colgando a Ismail en la consumida ciudad de Tristán, porque no soporto a la gente que abusa del término "novio", y porque aquel Rojo que rezaba en escritos anteriores está colmando la paciencia de mi alma, y en algún momento encontraré la clave que ando buscando, para tener alguna pista sobre de dónde proviene este asco visceral que manifiesta. No lo sé. No tengo ni idea de nada. 



Las cosas que pienso... 
Qué. 
"Las cosas que pienso" qué. 
Me encantaría saber cómo termina la frase. 
Al menos, en parte de mi universo loco algo sigue teniendo sentido. Y son una dama y mi hermano. Gracias. En qué parte de este polvoriento universo irían a morir mis huesos si no fuera por vosotros. ¿Lo veis? Al final nuestra historia de Karan está llena de simbolismos verdaderos. Descansaré mi cabeza en las rodillas de la dama mientras mi hermano ameniza el momento con sus historias.

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