20 de enero de 2020

Chocolate Milk

No me creo la suerte que tengo. Pero como no es cuestión de creérsela, sino de aprovecharla, eso haremos. Blue Monday, decía Twitter. Yo he tenido un lunes excelente. 



Mi piso nuevo es una gozada, y a mi habitación le falta montar la silla y otra de las cajoneras para empezar a ser el refugio del Witch King durante una larga temporada. Es increíble que el año pasado todo funcionara mal, por el mismo precio. Iba a ponerme a contar punto por punto las cosas que son buenas, pero me he dado cuenta de que es mucho más sencillo empezar por la conclusión: estoy muy bien. Estoy muy bien. 

El año pasado y sus sombras se han diluido en conversaciones, recuerdos y risas. Beth y yo lo ahogamos todo anoche con dos botellas de vino y algo de whisky que le robamos a Edisher, y la verdad es que la cosa no pudo desarrollarse mejor. Verla, encontrarnos en otro momento y otro lugar reavivó aquello que parecía a punto de morirse el año anterior. Y, sin embargo, aquí está. Brillante y fuerte. Ella está distinta, y sé que yo también. El tiempo y la distancia nos han hecho bien, y eso que seguíamos hablando con asiduidad cuando yo estaba en Irán. Pero la tranquilidad, el cariño y los batidos de chocolate después de dos horas en el gimnasio siguen ahí. Como un remanente tranquilo y silencioso de lo más importante que hemos tenido siempre, que es a nosotras. 
No es que me quiera emocionar y tirar la traca entera; al fin y al cabo, queda mucho semestre. Sin embargo, ya soy capaz de vislumbrar que irá bien, al menos en ese aspecto. 

Estoy estupendamente. Aunque triste, aunque sigo echando de menos a Bob como al respirar, estoy muy bien. Con mi Flaco y mi Marida al teléfono, con Raúl metiéndose con mis elecciones de ropa, con tantas otras personas bellas que caben en lo que ocupa mi móvil. La verdad es que, en este momento, todo son cosas brillantes y bonitas. Y eso que tenemos nuestra dosis de mierda, porque lo de la oficina no es normal y la tesis va a acabar conmigo. Pero no son cosas insalvables y profundas, no se parece en nada a aquello que casi me asfixia bajo su peso hace unos meses. 
Se me han llenado los pulmones de aire, en este cuarto mío que ahora es una selva, y la vida que desprenden Goku, Milho, Samba, Peter y Striker Eureka se me transmite cada mañana. Eso, y poder abrazar al Bob de peluche por las noches, cuando desearía estar quizá en otra parte, en otros brazos. 

St Andrews nunca me había parecido tan brillante, tan bonita. Tan llena de luz con sus puestas de sol a las cinco de la tarde. 
Y es que... estoy muy bien. De verdad. 



Aunque verás tú mañana, lo que me voy a cagar en la cabeza de María por hacerme levantar 20kg de peso con esta mierda de forma que tengo. 





The Witch King is back

No hay comentarios:

Publicar un comentario