25 de enero de 2020

A mí se me ocurren títulos y luego se me olvidan

Ha pasado una semana desde que estoy aquí y la verdad... es que se está bien. Fíjate, que lo que más ilusión me hace son las etiquetas que les he puesto a las plantas. Pero que de verdad me da alegría darme la vuelta y ver a Samba, Peter, Striker Eureka, Milho y Goku, tan estupendamente colocadas. Ahora, espero que me aguanten vivas las cinco. Me suena haber escuchado que, cuando le das nombre a las cosas, les coges más cariño y parece que te comprometes a un nivel más profundo. Eso espero. Lo que está claro es que de regarlas tengo poca idea, porque esta mañana Milho tenía la tierra más seca que el cogote de San Pedro, a Goku la estoy ahogando sin querer y Striker Eureka está echando unas flores estupendas. 
¡Este cuarto es una selva!


Ojalá me dejen quedarme con este piso hasta que acabe la tesis. Que igual es muy precipitado decir algo así; solo llevo aquí siete días y las cosas se pueden torcer de forma espectacular. Pero es que todo me gusta tanto. Es que esta habitación me gusta tantísimo. Y mi cocina, con su comedero de pajaritos, el salón que pienso empezar a usar en cuanto me dé un arrebato y arramble con todas las cajas, el baño, mis cajoneras... Lo dicho, que la "cueva" de este año  ya no es cueva. Ahora le corresponde más el "nido". Entonces, la oficina, que era el "nido", se queda... con la oficina, porque ahora tengo estudiantes que igual se pasan a saludarme. 



Estoy cagada con lo de dar clases. Menos mal que tengo a Clare (que me cago en la cabeza de San Dios que se tenga que ir, ¡coño!), a Ilse y a Joserra para que me echen una mano. Aunque me cago yo, me cago yo, que me ha caído el Barroco con toda su fuerza encima de la cabeza. 
Anda que... cagon sos...
A que al final de curso me acaba gustando. A que me estropean así. 
¡Me cago en...!




Cosas que tienen que ver, qué bonitas estás mis plantas. Me da que eso ya lo he dicho. 

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