Los amigos son realmente fascinantes. Son personas que han elegido aceptarte tal y como eres, incluso algunos de ellos después de conocerte en tus peores momentos y con tu actitud más capulla. Y aún así, escogen seguir aceptándote, queriéndote y haciéndote parte de su vida, como si ese pequeño regalo fuese lo más normal del mundo.
Me han decepcionado muchos amigos, aquellos que yo creía amigos, en los últimos dos años. Pero existen aquellos pocos, permitiéndome la referencia zoroástrica, que son pequeñas luces brillando en la oscuridad. Que son gente que, ciertamente, me sorprende que me quiera tanto. Tanto y de una manera que a veces no entiendo, pero me complace. Me gusta. Me hace feliz. Y probablemente estos días cargados de emoción están haciendo esas luces todavía más intensas.
Tengo pocos amigos, aunque Bob dice que, en comparación con lo que se considera la media, puedo estar bastante satisfecha. No los cuento con una mano, estiro hasta dos (soy así de afortunada). Son aquellas personas que escogieron llevarme al siguiente capítulo de su vida, igual que hice yo. Hubo otras que se quedaron páginas atrás, con el cariño del recuerdo, pero inevitablemente en el pasado. Todos crecemos. Todos cambiamos. Aceptarlo es un signo de madurez que me ha costado sumar a mi lista (esa sí que la cuento con una mano).
Gracias a vosotros, como decía la canción. Gracias por estos días, gracias por los que hemos vivido y, como dice otra canción, gracias por los días que vendrán.
Nos veremos pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario