Las cosas se agitan en marejadas tormentosas y salvajes, que lo mueven todo y lo destrozan, lo cambian de sitio, lo hacen pedazos, lo anulan, lo destruyen.
Después viene la calma chicha, la permanencia de un agradable y tranquilo status quo.
Hasta que vuelve la tempestad.
Y nos queda rezar por la vuelta de esa calma, agarrados a un mástil que, esperemos, nos mantenga de pie.
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