«Nos sacrificamos a Tishtrya, la brillante y
gloriosa estrella, cuya ascensión es contemplada por los hombres que viven de
los frutos del año, por los jefes de profundo entendimiento; por las bestias
salvajes de las montañas, por las bestias domadas que corren por las llanuras;
ellos lo ven mientras se eleva sobre los campos para un mal año, o para un buen
año, (pensando para ellos mismos), ‘¿Serán las tierras de Arya fértiles?». (Yt.
viii, viii, 36)
Y todos te vieron ascender en el cielo, y traer la vida con tu tormenta.
Si esta gente a la que tengo que enfrentarme pudiera ver lo que ellos vieron.
Si pudieran ver lo que yo veo.
Tu luz sería de nuevo la más brillante, y no tendrías igual en el firmamento.
No es tu tiempo, Simurgh. Pero no permitiré que te entierren en el olvido.
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