No me llores, que algún día volverás a recorrer las calles de Granada.
Te embriagarás de albahaca y azahar, perdida en los jardines de la Alhambra.
Será la luna llena quien te ayude a regresar, será la nieve blanca de la sierra.
El viento frío te acariciará en lo alto de la Torre de la Vela.
Tengo un corazón tan leal a ti... que asusta.
Yo, que nunca había echado de menos un sitio, me uno a los cientos de personas que sucumbieron a tu embrujo. Y es que, Dios mío, te extraño y te anhelo, Granada.
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