No podía no replicar a esa emoción que me está esperando al norte del Lacio. Igual no me imaginaba que ella tuviera tantas ganas de verme. Las tiene, yo las tengo. Porque no lo sabe, pero me va a hacer tremendamente feliz. Tremendamente grande. Tremendamente abrazadora.
Vienen días de frío y nieve, de duomos y columnas, de mosaicos y palazzos, de vídeos y maletas apretadas, de repetir como un loro las palabras que me enseñe y menear la cola bajo el brillo dorado de las paredes que cobijan un sentimiento, una pasión, una joya escondida y casi reservada a aquellos que decidimos ser pobres y felices, investigadores sin un duro, las guías turísticas de todos nuestros amigos.
La felicità me espera donde el vinagre, y tiene nombre de gato.
Realmente no sabes con qué ganas lo espero.
Cosas que tienen que ver... si los hilos de las ocho puertas de al-Yanna tienen a bien abrir sus puertas, quizá me dé cuenta de que tengo alguna de los ocho virtudes necesarias para pasar. Porque yo, como las zorras arrastradas que me apuntalan el ánimo, no puedo creer que cuando respire haya algo bueno dentro de mí.
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