27 de mayo de 2022

Tu cielo y tu fuego

Esta última semana no he sido yo.

Mi cabeza ha cogido un resfriado tremendo, y la verdad es que he tenido momentos increíblemente oscuros. De auténtica agonía, de dolor, de hacerme daño. No entiendo muy bien qué le pasa, pero lo que sí he sido capaz de entender es la paciencia, el cariño y la ternura de todos los que me rodean. Esas tres cosas he podido transmitírmelas a mí misma, y ahora que ya estoy mejor y puedo darme cuenta de hasta qué punto se me fue la olla, solo me sale suspirar.

Hay cosas que todavía me da algo de miedo pensar, pero las mantengo guardadas en un cajón. No hace falta hacerse fuertes en el dolor de forma innecesaria. Estoy orgullosa de haber podido recogerme a mí misma en los momentos malos del miércoles y del jueves, estoy orgullosa de haber tenido un buen día hoy. Tampoco es que haya que sacar la traca a la calle, pero poco a poco.

Me imaginé a mí misma hecha un ovillo en el suelo, llorando como sé que puedo llorar de desesperanza, con esa opresión en el pecho y una fina línea, el rastro del vómito, bajando por la barbilla. Me acerqué. Despacio, muy despacio, para no asustarme. Y gracias a todo el amor que sentí de los demás, pude agacharme junto a mí misma, ponerme la mano en la espalda e invitarme a abrazarme. Fuerte, muy fuerte. 

Todo va a estar bien, porque yo estoy aquí.
Voy a cuidar de ti, voy a cuidar de nosotras. 


Estaré bien. Estaremos bien. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario