4 de julio de 2020

De vuelta a casa

Vamos a crujirnos los dedos, que ha llegado el momento de la reflexión post-semestre en St Andrews. Que dure lo que dure. Lo mismo un parpadeo y lo mismo escribo un Quijote, lo mismo me paso aquí tres horas que diez minutos, porque aún me tengo que duchar y quiero leer las novelas de Jamshid, porque no me las llevo a casa. 
A casa. 

Por fin, después de seis meses. La última vez que estuve tanto tiempo lejos era 2014-2015 y estaba atrapada en Londres, en un piso frío, dentro de mi propia cabeza, y con los pies congelados. Afortunadamente, esta vez mi mente es más o menos libre (porque los cabrones de los demonios nunca se cansan de morderme la nuca), el piso es calentito, mi cuarto es una selva y todo tiene mucha más luz. La habitación, la vida. 
Me voy a ahorrar las verdades evidentes; que no puedo esperar a verlos a todos, a abrazarlos, a sentirlos lo más cerca que pueda, a cargar las pilas tan desgastadas después del reto que ha sido estar tanto tiempo lejos y estos meses sola. Cosa que no me gusta para nada, porque es así. Sin embargo, y lo mismo es que me estoy creciendo por la euforia del viaje inminente, quiero pensar que no ha estado tan mal. He llorado muchísimo en estas paredes, pero también me he reído mucho con gente que a pesar de estar lejos, está tan cerca, tan cerca de mí. Me he dado cuenta de que hay personas que me siguen decepcionando. Está claro que es un sentimiento que no desaparece con los años, y es difícil acostumbrarse. 

He trabajado. Más o menos. Ahora tengo un trabajo nuevo y es todo un reto. Y la tesis me ha hecho querer saltar por la ventana más de una vez, pero poco hago tirándome desde un primer piso. Para partirme solo un brazo o terminar de joderme la rodilla, no me tiro. Ha vuelto Yazata y he vuelto a abandonar un proyecto que de verdad me hacía ilusión. Está claro que no era el momento y yo necesitaba a Yaza de vuelta en mi vida (o esa es la excusa barata que le quiero poner a mi falta de compromiso con cualquier cosa que escribo).
Ahora le leo a desconocidos, que poco a poco se convierten en conocidos, El Libro de los Reyes. La pandemia esta ha traído a personas inesperadas y que han sido una sorpresa agradable. Igual que las decepciones, siguen apareciendo candelas en el camino que yo no he encendido. Quién las habrá dejado ahí, me pregunto. 

Qué diferente este 2020, en el que no he pisado un bar ni me he ido de fiesta. En el que he recuperado a Mary of the Agonies y he tenido menos ganas de estrangular a Aguilar del Campoo, aunque eso de matar gente siempre es bueno como opción. Un 2020 en el que apenas he tocado a los gemelos, no me he vuelto a lanzar del espigón pero he pasado muchas horas a la orilla de un mar hundido en niebla y en frío. Y he bebido muchísimo té y he echado de menos que Clare no estuviese conmigo. He comido más helado del que es recomendable y he seguido estudiando persa, pese a que a veces me regaño porque soy una perezosa y no me pongo lo que debería ponerme. 

Me resulta muy cómico, pero he tenido que abrir el blog para ver qué demonios he hecho. Ahora mismo, mi segundo semestre solo se me antoja pandémico. Pero no. He dado clase y he querido mucho a unos alumnos que, espero, tengan unos años de universidad tan bonitos como yo los tuve. Y, por favor, que identifiquen sus fuentes y pongan notas al pie, que no las cobran. He estado francamente bien en esta casa, en la que me quedo hasta que el cuerpo aguante y si el mundo no se ha ido a la misma mierda en dos meses. He escuchado tanta música que me da hasta vergüenza, me he jodido por no saber perder y casi me muero dos veces de la mismísima ansiedad, que me tenía agarrada tan fuerte de la garganta que no me dejaba respirar. Me cago en la puta, qué fuerte aprieta my darkest side cuando aprieta.  

Hemos perdido gente. Hemos ganado arrugas y canas. 

Y algunos días, me han dolido especialmente la rodilla y el corazón. Algunos días he creído que me comía el universo y otros se me ha atragantado una esquina de mi cama. Este recap está siendo muy confuso y no lo quiero hacer especialmente centrado en la locura que ha sumido al mundo en el caos. Es difícil, ¿eh? Es difícil cuando me tengo que vestir de tucán para ir al aeropuerto y fingir que estoy encantada de que se me empañen las gafas cada vez que respiro. 


Ya volveré sobre esto cuando esté en casa. Ahora voy a ducharme, a despedirme de Peter II, Kakarot, Milho, Tuska, Samba II, Striker Eureka II y Xerxes (esto me da más pena de la que estoy dispuesta a admitir), a recoger y a ponerme a leer. Y a esperar, porque esta noche me van a recibir dos de mis hombres favoritos en esta vida y la peor perra del mundo. 



Que no se me olvide meter el té en la maleta, el filtro y la cuchara.
Tú, que estás leyendo, no pensarías que me iría de viaje sin llevarme el té conmigo, ¿verdad? 



Pero si no se te ocurre nada, podríamos ir al valle aquel.

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