6 de noviembre de 2018

A vos y vosotros

A ti, Laura, que vas a leer esto buscando un refugio en la soledad de un invierno que promete ser oscuro. Esto es para ti, que vas a regresar a estas palabras, seguro, cuando no encuentres las fuerzas o el ánimo para mantenerte de pie en otro lugar junto al mar. Para ti, para que recuerdes lo que de verdad es importante, lo que de verdad amas y aquello que te ama de igual forma al otro lado del océano. Lee con atención, recuerda que esto fue verdad, ten presente que todavía lo es; revive la belleza de lo que fue, y llénate de la energía y el amor que contienen estos párrafos. 



Que de entre todas las mujeres (y que me disculpe la poesía) me escogieras a mí para oficiar tu boda me llenó de emoción, de alegría y de mil sensaciones que no sé explicar ahora mismo. Parecía lejano cuando me lo anunciaste, allá por noviembre de 2016 (he tenido que buscarlo en el No'j y he pasado un buen rato hasta que lo he encontrado), pero finalmente ha ocurrido. Ha pasado tan rápido y tan feliz que casi no nos hemos dado cuenta y hace media hora estábamos sentadas, tranquilamente al sol, en el patio de tu casa, con Mercurio pidiendo que jugásemos con él. Y esta mañana, se ha marchado Ángela. Y ayer se marcharon los demás, a diferentes destinos, con diferentes aviones. 

Hemos estado aquí. Hemos estado en Montevideo como prometimos que haríamos, y te has casado. No de cara a la legalidad, pero de cara a tus seres queridos, te hemos casado Kako y yo. Lo hicimos. Viajamos a Rodrigombia y probamos su rico dulce de leche; ninguno somos de café en nuestro grupo, qué le vamos a hacer. Y han pasado seis años, pero lo hemos conseguido. Nos hemos tragado más de veinte horas de avión (algunos más que otras) para aterrizar en tu tierra y recorrerla con la misma normalidad que si hubiésemos quedado en Blasco Ibáñez para tomarnos unas cervezas. Quiero dejar constancia de lo hermoso que ha sido. De lo bello, de lo divertido, de lo emotivo, de lo mucho que lloré en tu boda y delante de todos, de todo lo que bailamos, de todo lo que hemos comido, de lo poco que hemos dormido. 
Quiero que quede todo tan bien plasmado como queda en las fotografías. Quiero poder sentir cada abrazo y cada lágrima de emoción. Cada dolor de estómago porque no nos cabe otro Marley, pero a fuerza de dulce de leche todo entra. Quiero acordarme del sol abrasador y de ese calor que no echaba tanto de menos, de los momentos jugando al Psych! y las mañanas a doce tostadas por desayuno. Hasta de los ladridos del perro y de los chistes malos del mago masónico quiero acordarme. Quiero que me llene todo como la brisa del mar, que me llene las pupilas como la sal me llenó los pulmones en un mar que no era mar, que resulta que era el Río de la Plata y que no tenía los guijarros metálicos en el fondo. Recordaré el viaje a Colonia y las vacas, la Cumbia de los Aburridos, la comida en Don Andrés, los viajes en ómnibus rotando los pagos, las bolsas de Tienda Inglesa y la foto en la que somos la mejor banda de ska que el mundo haya conocido. 

Ahora me llevo una taza con un pavo real dorado y es una señal, porque la compré aquí. Y aunque nos traicionó el tiempo atmosférico, porque en tu boda casi morimos de hipotermia y ahora mismo, en el piso de arriba de tu casa, creo que me quiero morir de calor, resultó que toda la ropa que habíamos traído se aprovechó. Y nos llevamos entre Ángela y yo seis cajas de Marleys que nos van a durar un telediario, como si lo viera. Y escuchasteis mis dramas y mis desmadres, esas incomodidades que no me han dejado vivir tranquila desde septiembre, y me disteis fuerza, paciencia y ganas de enfrentar lo que venga con una perspectiva diferente. Y bailamos, obvio, y volvimos a comer mucho, mucho. Y a decepcionarnos con las postales de Montevideo, que eran todas horrorosas. Y volvimos a reír, y volvimos a vivir el drama y los suspiros de España, porque al Uruguay-guay yo no voy-voy, porque temo naufragar.

Bueno, y no me pongo a hablar de las fotos porque "qué tonta eres, niña". Las fotos mirando al horizonte, las de los suspiros (más) en el balcón, las de los vagabundos, las de la Piedad de Miguel Ángel, el facepalm más grande de toda la historia, la del museo con ganas de morirse, las del puente de los colores porque hay que ganar seguidores, las de los árboles y los matojos, qué Harry Potter más cutre, y las puertas de la casa, que dan mucho juego y las llaves Allen que me fui encontrando por todos los rincones y que al final no abrían ninguna puerta secreta. Qué suspirar.

Quiero todo bien definido en estas palabras para cuando me encuentre de vuelta en la fría Escocia y piense si fue real. Para cuando me pregunte si realmente estuvimos aquí, y caminamos esta tierra, y vivimos unas cuantas horas "en el pasado". Estuvimos. Fue real. Tan real que te cortaste el pelo con nosotras delante y pude decirte, frente a la puerta de tu casa y al sol, todo lo que realmente quise decir en tu boda. 

Quiero conocerte, cambiarías un poquito de mi suerte. La cambiaste. No hubo mejor regalo que poder estar todos juntos allí, frente al atardecer, siendo testigos y partícipes de tu felicidad. Estoy orgullosa de ti. Estoy muy orgullosa. Eres en muchos aspectos un ejemplo para mí; como mujer, como amiga, como trabajadora. Sabes que te admiro como a pocas personas en este mundo y que quisiera parecerme a ti en muchos aspectos. Que creo que eres luchadora, trabajadora, valiente, entregada y fuerte, muy fuerte. Eres una hermana mayor que estuvo siempre conmigo, sin pedirme nada a cambio y sin que yo se lo pidiera. La vida me hizo el favor de encontrarte y de reservarte un lugar muy especial en mi corazón, no importan los kilómetros y la vida y las tonterías de la rutina. 

Seguimos aquí, después de diez años de conocernos y después de seis desde que te mudaras, y me parece que no nos ha ido nada mal. Viniste junto a Eu y a Ángela a salvarme la vida a Londres, y después volviste en Navidad para viajar a Bulgaria pero pasaste por casa y dejaste alfajores y ganas de más. Ahora nos ha tocado a nosotros desplazarnos para visitarte y lo hemos hecho. Creo que se repetirá pronto, teniendo en cuenta que no nos hemos muerto y que ahora controlo los aeropuertos de medio mundo. 

Gracias por recordarme lo que realmente importa y por hacernos parte de tu vida, tan normal como hace diez años, cuando empezamos a estudiar. Gracias por los recuerdos y las fotos, gracias por los momentos vividos y por todo el amor que se ha desprendido de tu familia, de la que ahora es tu combinada y fantástica familia. Gracias por tenerme siempre cerca, pese a todo, pese al tiempo y a la distancia. 
Gracias. 

Sé que siempre te digo lo mismo, pero te quiero mucho a vos. 
Te quiero mucho. 

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