Ayer se nos calentaron a la vez la boca y la cabeza y decidimos que unos cuantos nos íbamos a levantar a las 6:30 de la mañana para coger un autobús a las 7:50 que nos llevase a Edimburgo, porque con motivo de la ancient rivalry nuestros primeros equipos femenino y masculino de esgrima se enfrentarían contra los de la universidad de Edimburgo. Así que, sorprendiéndonos incluso a nosotros mismos, nos acostamos pasada la una, nos hemos levantado esta mañana y vaya si nos hemos subido en el bus. Aunque por los pelos, pero hemos echado un par al sueño y para allá que hemos ido, solo para acabar jugando al Who is Who Animal Edition y al Scrabble en una cafetería junto a los demás, porque los partidos se habían retrasado a las 12:00 y llevábamos desde las 10:00 allí (algún iluminado de las AUs no leyó bien los mensajes, parece ser).
Cuando ha acabado el sarao, con todas sus consecuencias, sus maravillas y sus absurdeces (porque si no tenemos drama en este equipo, no somos nosotros), la tríada de la L se ha vuelto a subir en un autobús y hemos estado casi tres horas allí dentro porque no nos hemos fijado en que el trayecto recorría la línea costera, en lugar de ir a St Andrews directamente. Pero todo bien. Hemos sobrevivido y ahora estamos sentados en casa, con varias tazas de té calientes en el cuerpo, el horno calentando la cena y la mesa llena de apuntes, bolígrafos de colores y botellas de agua.
Ahora todo está tranquilo, por lo menos para mí. Poco a poco las cosas se han ido colocando donde debían y las conversaciones que había que tener han tenido, al menos hasta el momento, un resultado muy satisfactorio. Estoy unida a mi alumno más que nunca, Beth sigue dentro del túnel pero he aprendido a tener paciencia y a comprender cada cosa que hace, porque no es para nada su mejor momento. He recuperado a mi pájaro y a mis montañas (ahora mismo estoy teniendo una acalorada discusión con los búhos en mi cabeza), y me da la sensación de que esta noche voy a dormir hasta el mismo lunes. Las cosas están mejor; ahora todo está mejor.
Y lo agradezco, porque lo necesitaba. Mentalmente, necesitaba la noche de ayer y el día absurdo y con sueño de hoy. Necesitaba ver materializarse ante mis ojos una realidad que hasta el momento solo era verbal. Gracias por el respiro, vida.
Pero Beth... Bueno, Beth.
La Dama de Luz no se ha apagado, ni mucho menos, pero su brillo no es tan intenso como antes. Debo esforzarme por no interrumpir el proceso de recuperación. Tengo que aprender a estar callada y a entender que, como muchas veces me dice, el problema no soy yo. Si lo pienso fríamente, me honra y me enternece que conmigo pueda mostrarse como realmente quiere estar: triste, taciturna y callada. Pero, al mismo tiempo, mi cerebro que todo lo tiene que exagerar entra en pánico porque la atmósfera de nuestra casa no es precisamente la mejor. Bueno, no es para menos tampoco. Muérdete la lengua, Rey Brujo. Aprende a tener paciencia. Cuenta ovejas, ponte música, controla el latido de tu corazón, pero quédate callada. Refúgiate en otras partes y deja que ella sane a su ritmo, con su proceso, déjala en su luto que nadie te ha pedido que te quedes. Y entonces, si es que decide llamarte, aparece.
Pero hazlo, o la vas a cagar de manera espectacular.
Advertida quedas.
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