El lunes 9 de abril empezó bien; de hecho, empezó muy bien. Y se torció a mitad. Salí del trabajo con una sensación pesada y un poco desagradable. Pero después me senté en mi escritorio de la oficina y todo pasó.
Y de repente, luz sobre el mar tormentoso.
Y de repente, una llamada, tu voz y tu cara preciosa.
Y de repente, Suhrawardi.
Y de repente, el Monte Qaf.
Y de repente, Simurgh.
Y, de repente, Hurqalya.
Ahora que sé que existe Hurqalya, mi vida no volverá a ser la misma. Y sé que voy a vivirla entregada a seguir el camino que muchos otros antes recorrieron. Mucho más grandes, mucho más sabios, mucho más que yo. Pero me uniré a su búsqueda como una peregrina más.
Porque todos mis sueños y todos mis anhelos viven en Hurqalya.
Y yo, hasta hoy, no lo he sabido.
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