15 de enero de 2018

Erika

Esta mañana he abierto Facebook y me he enterado de una noticia terrible. 

Cuando estuve viviendo entre Madrid y Zurich, en esta última ciudad y gracias a Zofia conocí a Steve Matsumoto, un chico de mi edad de padre japonés, madre coreana y nacido en Estado Unidos con el que hice buenas migas. Pasé muchas tardes y noches en su casa, contándonos cosas, y nos hicimos buenos amigos. Unos meses más tarde, Steve viajó a Madrid para acompañar a su hermana pequeña, Erika, que estaba aprendiendo español e iba a pasar un tiempo en Segovia con una familia como parte de un programa de intercambio.
Esta mañana, Mina, la hermana mayor de los dos, había escrito un post utilizando el perfil de Erika para contarnos que ella ya no estaba. Que se había ido. 

Erika Matsumoto falleció la mañana del 13 de enero de 2018, por causas que desconozco y que no me he atrevido a preguntar. 

La noticia ha desencadenado varias emociones en mí. Primero, el susto y el shock. Después, la rabia y la incomprensión. Finalmente, la pena y las miles, millones de preguntas al respecto. He terminado llorando en brazos de mi padre al recordarla. 

A Erika le apasionaban los caballos y de hecho montaba. Yo solía comentar sus fotos y ella me prometía paseos cuando nuestros caminos se volviesen a cruzar. Habíamos prometido avisarnos cuando fuésemos a Los Ángeles para que pudieran devolvernos la visita guiada que nosotros les dimos en Madrid. Erika era chef y estaba trabajando en un restaurante. Le apasionaba cocinar para mucha gente y amaba hablar español. Recuerdo que su nivel era bastante bueno, aunque siempre se reía de su propia torpeza. He estado releyendo los mensajes que nos mandamos, a caballo entre el español y el inglés, y se me ha encogido el estómago al ver que la pantalla indicaba que se había conectado hacía quince minutos. Ya no es ella, claro; imagino que serán sus hermanos. 

Pero lo más importante de todo es que Erika dejó en mi vida un recuerdo físico. Después de la visita en Madrid, cuando nos despedíamos, me regaló un estuche que todavía llevo a todas partes, porque es mi estuche y porque me encanta. Lo compró en Corea Town en LA, y está hecho a mano. De la cremallera le cuelgan dos hilos trenzados en un cuadrado de buena suerte y debajo tiene una mariposa, también hecha a mano. 
El absurdo de mi cerebro ha generado el pensamiento de que ahora tengo un regalo de una persona que ya no está. Si ya me gustaba, ahora se ha convertido en una reliquia. Es un tesoro. Es, como dice mi padre, un trozo de vida. De su vida, de la que compartió conmigo de forma completamente altruista sin conocerme de nada. 

Para mí, el estuche es una muestra perfecta de cómo era ella. Entregada, amable, buena. Llena de luz, de vitalidad y de belleza. Le encantaban los perros y, en concreto, los perros gordos. Espero que tenga un ejército de ellos allá donde esté. Y que siga cocinando para muchas personas. Y hablando español. Y que nos recuerde cada día por qué es un milagro estar vivo y por qué debemos atesorar cada pequeño momento que tengamos, cada persona que nos ame, cada situación que vivamos. 

Erika pasó por mi vida para darme un regalo, físico y espiritual. Y a pesar de las lágrimas de rabia y de incomprensión, quiero hacer honor a su recuerdo y pensar en ella sonriente, feliz, como siempre era y como, estoy convencida, se mantuvo hasta el final. 

He reunido valor para escribirle a Steve y sus palabras me han hecho llorar. No puedo imaginarme cómo deben de estar sintiéndose. Y aunque tal vez sea poco, quiero enviarles a ellos, a los cuatro, todo el amor y todo el apoyo que pueda generar desde dentro. Lo siento muchísimo. Mi corazón está con vosotros, por frío que pueda sonar escrito en una pantalla. 



No sé si es absurdo, o triste, o inapropiado, pero leyendo las palabras que Mina le había dedicado a su hermana en Facebook y después las que Steve me ha respondido a mí, solo puedo pensar en esta canción de Coco, al respecto de cómo sentirme cuando piense en Erika. 

Una melodía bella que el alma tocó con el ritmo que vibra en nuestro interior.
Amor verdadero nos une por siempre en el latido de mi corazón. 

To a melody played on the strings of our souls and a rhythm that rattled us down to the bone. 
Our love for each other will live on forever in every beat of my proud corazón. 



I know we will see each other again, Erika. Thank you for sharing a ray of your light with me. May you fly peacefully to other skies now.


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