"¡Qué lindo el Canadá! ¡Sigue cayendo esta mierda blanca!"
El día en que dos de mis mejores amigos llegaron a la que es ahora mi ciudad, se cumplió un año desde que abandoné un proyecto que me estaba succionando la vida y decidí ser valiente y perseguir al pájaro que ahora es el centro de mi trabajo. No tuve demasiado tiempo para reflexionar al respecto ese día, pero si me pongo a pensarlo ahora, sonrío porque pasarlo en St. Andrews fue desde luego un regalo, una pequeña celebración que me dio la vida. Dentro del gran regalo que ya es poder estar aquí, dejándome la poca cabeza que tengo en escribir una propuesta de funding (señores, yo soy maja y mi pájaro es precioso: páguenme).
Pero sí, el primer día de nuestro Drunken Scotsmen trip lo pasamos en mi ciudad, y la verdad es que fue maravilloso. No sé cuántas veces he escrito que soy una persona afortunada desde que me mudé, pero la verdad es que también creo que una fabrica su propia fortuna. Hoy me apetece regalarme una palmada en la espalda porque, a pesar de que hay algunas personas sin las que mi situación no podría sostenerse, lo cierto es que nadie me ha traído de la manita hasta donde estoy ahora. Y en lo alto del Pier, contemplando el mar y sintiendo la furia de su viento, lo confirmé. La ayuda es necesaria, pero al final del día somos nosotros los que dirigimos nuestros pasos en una u otra dirección. Los que nos decidimos a ser valientes. Los que nos decidimos a volar.
Este año que empezó en St. Andrews me ha regalado doce semanas de mucha felicidad, como si quisiese aplicar sobre todas mis heridas un bálsamo sanador, una pomada que huele a té negro y a mar, y que me cura las asperezas, las que ya pasaron y las que todavía están pasando. Y poder compartirlo con mis amigos es una auténtica maravilla. La verdad, soy feliz, con mis días de querer tirar el portátil por la ventana y con mis pies helados bajo el edredón, con mis constantes inseguridades sociales y con mis malabares a la hora de hacer la compra. Pero soy feliz.
Y después de este viaje a las Highlands, bueno, para qué seguir escribiendo. Yo quería subir a las Tierras Altas en invierno, antes de que acabase 2017, y lo he hecho. Además, no paró de nevar, ni en Inverness ni en Drumnadrochit. Sostuve una réplica de una claymore en las manos dentro del museo del castillo de Urquhart (porque la tormenta Caroline no nos dejó entrar dentro, puta nieve), y además bailé, bailé mucho en dos ceilidhs (uno improvisado y el otro con el highlander pro-fucker). Hemos comido cosas deliciosas y hemos caminado hasta que nos han reventado los pies, a seis grados bajo cero en una de las ciudades en las que he pasado más frío en mi vida. Que hemos hecho mucho, en general, y lo hemos pasado mejor. No bien, sino mejor. Ha sido un viaje perfecto, desde casi quedarse a vivir en la estación de Perth hasta matarse bajando del Arthur's Seat porque el hielo y la montaña no son como para andarse con bromas. Nos partimos el duodeno varias veces y nos hicimos buenos, que pisábamos los pepinos.
Ah, y conseguí escuchar otra vez Tune the rainbow en el viaje en tren. Que es una tontería, pero a mí me hizo mucha ilusión y lo cuento porque me da la gana.
Gracias a mis muchachos, a los que siempre vienen a verme, me mude a donde me mude. Exceptuando Granada, habéis cumplido el resto de la lista, completo. Uno de vosotros incluso vivió conmigo. Y ese, ese ha sido el verdadero regalo de la vida, que tú pudieses venir a compartir mi nueva vida conmigo, flaco, y a ver con tus propios ojos que mi felicidad es real, que pese a toda la mierda que tuviste que tragar por mi parte en estos últimos tres años ahora estoy arañando la superficie del cielo, y que ha valido la pena cada gota de sudor y cada lágrima. Aunque a veces las heridas se abran otra vez y nos pillen con las defensas bajas, flacos forever, flacos together.
Pero qué lindo el Canadá. Y Escocia, también.
Freedom!
Cosas que tienen que ver, ayer me senté a escribir y tuve un brainfuck de cagarse, porque aunque había pensado en la escena que me tocaba esa misma mañana, no fui capaz de acordarme. Mi cerebro y yo, yo y mi cerebro. Qué chiste todo.
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