Empecé el año 2017 con Shelter y he querido acabarlo con ella también.
2017 ha sido un año en ascenso, un año que ha terminado mucho mejor de lo que comenzó. Ahora estoy donde quiero estar y haciendo lo que quiero, trabajando como una bestia para labrar eso que a ojos de otros se aparece como "suerte" y tengo una oficina con una ventana que da al mar.
Para hacer memoria de lo que fue este año, he ido leyendo las entradas del blog y me he detenido en febrero. Joder, qué mal estaba en febrero y qué bien estuve refugiada en el sofá de casa de Lucía. En febrero llegó mi terrible cortocircuito y la vaga ilusión de que me iba a poner a estudiar oposiciones. Lo pienso y me da la risa. Y después llegó marzo y supe que me iría. Para siempre o para un rato, pero me marcharía. Porque en este año también recuperé mi sueño; recuperé a Simurgh. Yo no sé si fue cosa del destino, pero desde marzo en adelante, el año empezó a mejorar y se ha convertido en uno de los favoritos en mi vida, porque completó el ciclo de vida-muerte-resurrección. Me reí hasta que no pude más y alcancé otro año más con la persona de mi vida, a la que nunca me cansaré de abrazar. Otro que está cumpliendo un sueño y, aunque no podamos estar físicamente juntos, tengo la verdadera sensación de que nunca hemos estado tan fuertes. Vi a Jamie Cullum y Hollywood Undead sacó disco nuevo. Y me armé de valor y saqué mi propio podcast, que parece que gusta bastante.
Di clase por primera vez y me di cuenta de lo mucho que me gusta. Este año se ha ido gente de mi vida a la que ya no echo de menos. En este verano de 2017 regresé a Guatemala y pude contemplar la belleza de la vida y sus milagros, recuperé esa fe que algún día tuve y que la silueta del Volcán de Agua se encarga de devolverme cada vez que desbloqueo el teléfono. También estuvimos en la montaña y fuimos felices los tres, como hacía tiempo que nos merecíamos ser. Ah, y volví a ver Abuela de verano y a morir de risa y amor con las frases de Eva.
En septiembre me mudé a Escocia y ahora, como he dicho antes, tengo una oficina con una ventana frente al mar y he vuelto a empuñar un florete.
En 2017 descubrí que sí puedo trabajar bajo presión y que la tontería del #NaNoWriMo me dio el empujón que necesitaba. También dije que acabaría el primer libro de Yazata antes de que llegase el 31 de diciembre, pero como dice Alberto, va a pasar mucho más tiempo hasta que yo realmente empiece a poner puntos finales. Por lo menos, estoy muy orgullosa el camino que estamos recorriendo el "pequeño" y yo. 2017 ha estado lleno de Yaza y del resto de personajes. Pero, vamos, a reventar.
En conclusión, 2017 empezó regular tirando a mal y ha terminado de forma magnífica.
Sal-e No Mubarak. Sal-e Pir Mubarak.
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