Guillermo es el jardinero que cuida, junto a su mujer, de la preciosa casa en la que nos quedamos cada vez que venimos a Guatemala. A mediodía de hoy, mi padre y yo nos lo hemos encontrado en la puerta de la casa vecina, y ha venido a saludarnos. Entonces, por una serie de preguntas, nos hemos enterado de que hace dos años un camión "se llevó" a su hijo de dieciséis años. Comentaba que de "los golpes de la vida" es difícil recuperarse.
He querido abrazarle, pero no lo he hecho. Tampoco mi padre. No estamos seguros de que hubiese sido adecuado. Pero digamos que, con la mente, con el alma, con el espíritu, lo he hecho. Porque Guillermo es una persona maravillosa, y desde luego no se lo merecía.
Este lugar me cura, y además también me hace recordar lo afortunada, afortunadísima que soy.
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