«—Mira, fíjate. Aquel pico parece que forme un
rostro. ¿Te das cuenta? ¿No lo ves? —insisto, a la vez que señalo—. Fíjate, esas oquedades son los ojos; un poco juntos. Luego ese saliente es la nariz.
Las vetas de la piedra forman lo que parecen unas mejillas arrugadas y caídas.
Y el lecho de esa piedra vertical es la boca. ¿Lo ves ahora?
El animal
mordisquea sus hierbas y sigue con la misma cara. Me dejo caer sobre las manos,
apoyadas en el cayado. Ahora le estoy hablando a una cabra. Definitivamente, me he vuelto loco.»
Eres lo mejor que me ha pasado, Buru.
Y después de tanto tiempo, por fin siento que puedo volver a ti. Gracias por esperarme.
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