Cuando vi a Ángela y la abracé, no pude evitarlo y lloré un poquito. Ella siempre me abraza muy fuerte en medio de unos grititos agudos, mientras me dice que estoy muy guapa, más alta, más delgada, más rubia, más estupenda (da igual que yo ya no crezca, que haya engordado, que sea morena o que tenga cara de estropicio). La abracé muy fuerte y me cayeron dos lágrimas, no sé si del alivio, la felicidad o la tristeza. El caso es que lo necesitaba, el abrazo y el llorar, igual que necesitaba los achuchones terapéuticos que Eu me había dado por la mañana. Los necesitaba a ellos, les tiré una bengala y respondieron como siempre y de magnífica manera (también como siempre).
Yo necesitaba una noche como la de la niebla. Necesitaba una noche como la de ayer. Una de esas que tuvo debates filosóficos sobre currículums, idiomas, educación y sistemas europeos, y que unos pocos minutos después nos hiciera golpear a todos la mesa con la emoción de un nuevo cotilleo amoroso de uno de nosotros. Comimos hasta reventar, bebimos todo lo que nos cupo en el cuerpo y nos reímos una barbaridad. Hubo cotilleos hasta de los propios cotilleos. Y después, como siempre, hubo millones de fotos con títulos tan variopintos como La niebla se ha ido a Cuba a las cuatro de la mañana, Abrazando a la china, Soy de la sección de cremas de El Corte Inglés y Nadie puede escapar de la niebla, entre muchas otras. Tengo casi cien fotos de anoche. En serio, qué nos pasa.
Igual que tengo una que me encanta, donde aparezco abrazando a aquellos dos que me han sostenido las espadas quebradas este último año. Nos faltaba nuestra belleza uruguaya, pero no queda más que un mes y unos cuantos días para que estemos juntos otra vez y sigamos intentando hacernos felices. Tan felices como ayer, bailando en un pub con aires de karaoke y pantallas temazos de Malena, David Bisbal, The Weather Girls, Chayanne (gracias por dejarme la chupa y ser mi moto, Ángelus) y una larga lista de ridículos. Para después terminar en un lugar lleno de pipiolos jovencitos, que por supuesto iban monísimos, pero nos hicimos los reyes pese a tener casi diez años más que ellos.
Fue una gozada. Todo. Ángela nos cogía de la mano y decía que le dábamos la vida. A mí me la dais. ¡Que Llum se quedó hasta las dos de la mañana, eso fue un éxito! Y por supuesto bailar con las coreografías de Carlos (God bless Mother Nature). Gracias por ser, gracias por existir en mi vida, gracias por ser mis amigos. Gracias de verdad, porque os necesito más que nunca, y ayer me devolvisteis esa energía positiva que a mí se me había caído por el camino.
PS: La noche de ayer me hizo darme cuenta de que no es tan estupendo vivir lejos de donde están mis amigos. Y que, en realidad, muchas veces me siento sola en Madrid. Cogeré mucho aire y enfrentaré estos días de caos venidero con toda la fuerza que pueda. Y si me quedan dudas, si me siento sola, miraré las fotos (y no solo las de la noche de la niebla) para recordar que existen personas que me quieren tanto o más como afirman hacer.
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