Hace unos meses, no recuerdo cuántos, escribí un estúpido y emocional mensaje en Facebook, que decía que la vida me estaba cambiando y que quería tener muy claro a quién me llevaba al siguiente episodio. Hubo respuestas de todo tipo: de gente que acababa de conocer y agregar a esta red social que cada día me saca más de quicio pero de la que no puedo desquitarme, gente que conocía de hace tiempo, pero con la que no mantenía demasiado contacto, gente que en aquel momento consideraba amiga. Muchas respuestas. Y todas, en realidad, se me antojaron vacías. Quiero decir, al final, yo iba hacer lo que considerase o lo que me diese la gana.
El mensaje era real. El mensaje era necesario. La vida, es cierto, me está cambiando. Y tengo la sensación de que algo no funciona bien upstairs. Ayer le pregunté a mi hermano si no había tenido nunca la sensación de que algo estaba roto en su interior; que no funcionaba bien. Sus ojos y su sonrisa triste me lo dijeron todo. Tal vez por eso estemos condenados a querernos y a entendernos. Porque ahora, hundidos en la adversidad, mi hermano y yo nos entendemos como nunca antes lo hicimos. No mejor ni peor; diferente.
Necesito un cambio. Pasar la página, cambiar el capítulo. Y la pregunta la mantengo en el aire, ¿a quién me llevo a la siguiente etapa? Pero esta vez, por sorprendente que parezca, lo tengo un poco más claro. Hay muchas personas que me dijeron que querían estar, y a mí me salió arquear la ceja. Por qué, quise preguntarles, si vuestras acciones me han demostrado que esto no pasa de dos perfiles ambiguos en una red social. Otras dieron por sentado que las llevaría; pues que no lo tengan tan claro. Yo nunca he sido garantía de nada. Y mucho menos en mis amistades. De nuevo, como mi hermano, conservo ese anticuado pero magnífico sentido del honor que me hace estar cada vez más lejos de las personas a las que siempre quise.
Pero no, nada es para siempre. Ni toda la buena voluntad de unas palabras o unos párrafos me pueden promete el "para siempre". Las acciones y comportamientos de personas que creía muy cercanas me han hecho enfermarme de una profunda decepción. Tampoco los culpo; estar en mi vida no es un privilegio ni un premio destacado, cada uno elige lo que quiere hacer en su camino. Yo también lo elijo. Y sé que a muchas personas que ahora tengo las conservaré, pero no como antes. Nada será como antes, ya que ni siquiera yo soy como antes.
Nací así. Cada poco tiempo necesito cambiar. Renovarme. Y ya no me apetece que me acompañe todo el mundo. Sé quién se viene, por supuesto, y sé quién se queda sin pena ni gloria, simplemente como un remanente de algo que fue, pero que ya nunca será.
Algo está roto dentro de mí. Y aunque quiera, no sé si podré arreglarlo. Lo que sí sé es que nada, ya nada será como antes. No quiero que sea como antes.
Hoy, ayer, el día anterior, todos, empiezo a dar los pasos en otra etapa de mi vida.
Todo está cambiando.
Hay personas a las que ya no quiero contarles nada que sea importante. Porque cuando lo hice, no recibí la respuesta que deseaba. ¿Egoísmo? Puede. Pero no me voy a pasar los días mendigando a las personas actitudes que no me dan, que me enseñan su verdadera personalidad, que no es ni buena ni mala, sino la suya. Y como existen otros que sí responden como yo necesito, indefectiblemente le doy la espalda a los primeros y me dirijo a los segundos. He hecho muchas idioteces también. Le he contado cosas importantes a gente que, en realidad, ni me iba ni me venía. Quizá por aquello que una vez comenté con alguien, que el desconocimiento nos da la seguridad de que no vamos a ser juzgados; o, al menos, no tan directa o intensamente.
Qué duro era escuchar, cuando era más pequeña, que al final del camino me quedaría con dos amigos y que el resto se caerían por su propio peso. Qué duro y qué real, qué tristeza más calmada. Como si ahora mismo me importase.
Es jodido. Sobre todo porque soy perfectamente consciente de que no estoy bien. Siento que algo está roto y que no funciona como debería. Y eso... pues no es bueno. Y no quiero escribir la palabra que estoy pensando, ni en la posible y rápida solución. Tengo un mes, me han dicho. Un mes, o de verdad empezamos con tratamiento de choque. Esto ha dejado de ser una basura emocional y empalagosa que alguien vomita sobre un blog después de una ruptura traumática o una pelea con las amiguitas. No. This shit is real. Esto es real. Me estoy poniendo enferma de verdad. Es una puta enfermedad, y es real. Ni es emocional ni otras estupideces.
No estoy bien. Necesito una depuración importante.
No quiero llevarme a nadie que yo no sienta que lo merezca. Y voy a ser implacable como una ola rugiente. Nada de medias tintas. Nada de oportunidades. Se acabó. Se terminó. No le doy más oportunidades a nadie. A la única a la que tengo que darle una es a mí, porque no estoy bien y me quiero curar. Y después, si es que viene, ya veremos.
Nada ya va a ser como antes. Eso sería un error.
Nací así. Soy así. Necesito un cambio antes de que esto termine por consumirme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario