Es una tortura pisar la que es era tu casa y descubrir que ya no estás allí. Que no estarás más. Que por más veces que vaya, por más que te busque, tu cara preciosa y sonriente no va a aparecer más allá de las fotos, desde donde nos miras, detrás del cristal. Hoy he tenido miedo, Pepo. Mucho miedo. He mirado con terror una de tus fotografías y he rezado allí mismo, de pie.
Por favor, he pedido, que nunca me olvide de cómo sonaba tu voz. Que nunca olvide cómo te reías. Que jamás se vaya de mi cuerpo la sensación tan fuerte de tu abrazo. Por favor. De verdad, no quiero nada más.
No me lo creo. Es tan imposible de creer. Quiero tenerte aquí, ahora, en mi irracionalidad quiero llamar por teléfono a tu casa y que me lo cojas, quiero decirte "rubio", quiero abrazarte, quiero besarte, quiero sentir que estás aquí y que tardarás mil años en irte, quiero...
Quiero que no sea verdad.
Hoy te echo tanto, tantísimo de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario