He llegado a un punto en que estoy cansada, muy cansada de la gente. De todo el mundo. De sus actitudes, de su manera de ver el mundo, de su forma de vivir. Me cansa. Me agota. Me disgusta. Y como tal, me envuelvo en una película de indiferencia que alcanza límites que jamás me imaginé alcanzando. Pero resulta que me da igual.
Todo me da igual.
Allá cada cual con sus decisiones. Yo tomaré las mías. Por supuesto, aquel que me requiera sabe perfectamente dónde encontrarme. Que venga cuando le apetezca.
Ahora.
Yo nunca dudaré en recibirlo. Pero sí que me pensaré si me conviene o no aquello que me pida, del mismo modo en que esa persona pensó si yo le convenía o no en cualquier otro momento.
Lo único imprescindible para vivir mi vida, soy yo.
Es triste.
Pero es real.
¿Y hasta cuándo?
Hasta que sea necesario.
Ya me han cansado demasiadas cosas.
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