¿Quién iba a decirme que uno de los motivos que provocó el despliegue militar de los mongoles hacia el Oeste fue, precisamente, el creciente poder que se estaba gestando en la fortaleza de los Asesinos de Alamût?
—Increíble. Tú estuviste allí.
—Casi estuve allí. Para cuando llegaron los mongoles, hacía unos meses que me había marchado. Llego a permanecer y no lo cuento.
—Impresionante. ¡Estás en todas partes! Es creer o reventar.
—Yo prefiero creer.
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