4 de junio de 2014

Mal fatak

Al-Ahmar se entretiene cambiándole las cuerdas al laúd de Avani.
Avani está sentado a mi lado, leyendo.
Yo tamborileo un rato sobre la mesa. Me muerdo el labio.
—Creo... —empiezo. Avani levanta la vista, pero no dice nada. Al-Ahmar sigue a lo suyo.
Suelto un resoplido y el pelo me baila sobre la nariz. Avani deja el libro sobre la mesa y ladea la cabeza.
Maatha?
Lo miro con una sonrisa que esconde parte de culpabilidad.
—Creo que les estoy cogiendo mucho cariño a los persas.
Al principio, no dice nada. Pero después sonríe con todo su cariño. Sabe qué quiero decir realmente con eso. Al fin y al cabo, aunque musulmán, él es persa. Se lo debo. Me aprieta el hombro con los ojos brillando de emoción. En la ventana, al-Ahmar no se ha enterado.
Me levanto a por un vaso de agua.
Avani vuelve la cabeza y le dedica al nasrí una sonrisa enorme y mezquina. Él levanta la ceja.
—¿Qué tripa se te ha roto?
—¿No has oído a la niña?
—No —al-Ahmar ajusta una de las clavijas—. ¿Qué ha dicho?
—Que le está cogiendo cariño a los persas. Mucho cariño.
La cuerda salta del laúd a punto está de sacarle un ojo al nasrí. Se queda mirando al filósofo con los ojos abiertos como platos. Éste sigue con su expresión de triunfo y recochineo.
—Empate a uno, ya habibi.
Cuando vuelvo, al-Ahmar lo lanza todo por los aires y me agarra del brazo.
—De persas, nada. ¿Me has oído? ¡De persas, nada! ¡Tú te vuelves a al-Ándalus!
—¡Deja que se interese por algo que merece la pena! —responde Avani, que me coge del otro brazo. Y como era de esperar, cada uno se pone a tirar hacia sí mismo—. ¡Nosotros somos milenarios!
—¡Y un cuerno! ¡Vosotros os acabasteis en el siglo VII! ¡Sois un mito!
—¡Y vosotros sois unos exiliados mestizos!
—¡Cuidado con lo que dices!
—¡Simurgh es persa!
—¡Y la Alhambra, andalusí!
—¡BASTAAAAAAAA!



Y así está mi cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario