12 de diciembre de 2011

Me enveneno sola

Tengo miedo a sentir.
A sentir y a todas, todas sus consecuencias.





¿Cómo puede se un dragón tan cobarde?
Los que se reconocen cobardes son, dicen por ahí, los más valientes. Al cuerno, yo no soy valiente, lo que pasa es que lo parezco. La maldita bendita apariencia. Las alas, los dientes, esas cosas. Pero no, no creo que sea una persona con especial valor. Lo normal, lo estándar, lo justo para seguir dando un paso tras otro. La gente que me conoce (un poco) dice que sí, que no diga tonterías, que soy una de las personas más valientes que conocen. Yo no lo creo. Ni es falsa modestia, ni autocompasión ni giliflautadas parecidas. Es que no lo pienso, y punto. Como tampoco pienso que sea rubia, es así de sencillo.
Así que, por regla de tres, si no soy valiente soy una cobarde. Y eso sí, eso sí que lo creo.
Podría darme igual, soltarme el pelo y vivir desinteresadamente, olvidarme de todo y de todos para dejarme de idioteces y de quebraderos de cabeza. Podría hacerlo, y no sería yo; pero me preocuparía menos.





"Piensa menos y siente más", ojo con esa afirmación, que es peligrosa.
¿Qué estoy haciendo?





No importa. Deja de importar cuando recuerdo que siempre tendré al Demonio velando por mí. Se envenena y me enveneno, y entonces nos buscamos porque ambos somos el antídoto infectado. Siempre, siempre, siempre viene a mí para descansar sus agarrotados hombros. Y yo siempre puedo recostar la cabeza en ellos, por doloridos que estén. Anoche aulló y removió la tierra entera con su quejido lastimero. Y yo lo escuché; intento estar atenta a lo que pueda necesitar.
Si le tengo a mi lado, si pienso en él, todo es diferente y un poco más... diabólico. Pero es más fácil. Aunque ahora se haga cuesta arriba, porque estamos lejos. Dentro de poco estaremos juntos. No soporto escuchar que está triste, porque si el Príncipe de las Tinieblas sufre, es que pocas cosas quedan que merezcan la pena.
Pero también es verdad que mi voz, de tonta e idiota, consigue hacerle sonreír. Reír incluso. A veces pienso que nos queremos tanto porque yo soy un ser de fuego y él es el Fuego. Y que se divierte conmigo, su pequeña marioneta estúpida que tiene poca idea de la vida, pero mucha idea de todo lo que le quiere. Anoche volvimos a divertirnos juntos y eso no tiene precio. Eso me dio fuerzas, porque esta semana está siendo una locura emocional y sólo estamos a lunes. Es como arrastrar la cola por la Scala Regia del Vaticano. Y a él le pasa lo mismo.
Nos envenenamos solos.
Pero cuando estemos juntos, nos pondremos bien. Estoy más que segura. Llevamos cuatro años comprobando que esta terapia de la ponzoña conjunta es bastante efectiva.

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