8 de diciembre de 2019

توت فرنگی نشو!

Es que siempre nos tiene que pasar alguna, y siempre tiene que ser a nosotros. 



Bueno, pues ya lo he hecho. Ya he visitado Esfahán, como casi un 87% de las personas que he conocido en Irán me recomendó que hiciera. Y me ha gustado, no lo voy a negar, pero... en un mundo en el que Yazd, Persépolis y Naqsh-e Rustam existen, ¿cómo va a ser la capital del mundo Safaví mi ciudad favorita? Imagino que, quitada la presión que a mí misma me había puesto, ya puedo decirle a quien se me cruce por medio que Esfahán me dejó maravillada, y por dentro seguir pensando lo que me dé la gana. 
Aunque ahora, es cierto que la pequeña madrasa (que ni siquiera sé si es auténtica o no) donde se supone que Ibn Sina enseñó me robó el corazón. Y escuchar música junto a Si-o Se Pol y el Puente de Guillermo del Toro también es algo que espero recordar por siempre. Porque, de verdad, que Esfahán me ha gustado. Más que probablemente por la absurda y excelente compañía que he tenido en estos días, en estas semanas, en estos meses. 



Cuando he llegado a mi habitación de la residencia, me han caído encima los cinco días que me quedan para marcharme como cinco losas de granito. Ha sido como si verdaderamente me pesaran los hombros, la espalda y el estómago. Y es que me he descubierto triste, tremendamente triste, y de pie en medio de una terriblemente aprovechada habitación que pronto dejará de ser "mía". 
Me he puesto más triste de lo que me imaginaba. 
Me he puesto a pensar cómo esta rutina construida a base de ir a la escuela, salir, comer y hacer deberes en el Ketab Café no ha sido más que un corto periodo de tiempo, más corto, mucho más corto de lo que esperaba sentir cuando me bajé del avión, un 11 de septiembre, con más miedo que otra cosa. Ahora me marcho de Teherán sabiendo que una parte de mí se va a quedar aquí por siempre, y mira que me da asco esta ciudad. Pero un pedazo de espíritu se va a quedar en la calle Valiars, en el Ayandeh, en el Viuna con sus gatos, en el metro y el BRT, en las tiendas, incluso en el humo de los coches, en cada Praide Sefid que aparezca en la pantalla de un teléfono móvil. 
Y, especialmente, parte de mi espíritu se va a quedar contigo. 

Creo que en algún momento de estos meses lo he dicho, pero yo no esperaba encontrarme un hermano aquí en Irán. No esperaba conocer a alguien con quien conectase a niveles tan profundos en tan poco tiempo, con quien me riese tanto, con quien compartiese aventuras, momentos serios y muchísimo té. No me he dado cuenta hasta hace poco de lo mucho que he llegado a quererte y de lo tantísimo que te voy a echar de menos. Y quizá por eso me he puesto más triste de lo normal, porque aquí en Irán te dejo. Pero a partir de este momento, te llevo conmigo. No me hacen falta pulseras o recuerdos, cartas ni regalos, ninguna nota escrita en un papel de escuela. Lo que me llevo puesto son todas las horas, todos los abrazos, las inacabables risas y esas cosas tan bonitas que nos hemos dicho. Y solo nos conocemos de hace tres meses. 
Qué bonito pensar que era algo parecido al destino. Tú tienes más miedo que yo de que no volvamos a vernos, de que las siete horas de diferencia maten lo que ahora tenemos, y yo tengo extremadamente claro que eso no va a pasar. Esta amistad es demasiado genial como para dejarla morir en algún callejón asqueroso de Teherán. 

Te conozco de siempre y llegaste hace un rato. 



De verdad, gracias. Y no sé si alguna vez llegues a leer esto, pero gracias por aparecer en mi vida y hacerla tan bonita estos tres meses que hemos compartido en Irán. Gracias, Raúl. 





Cosas que tienen que ver, evidentemente nuestras palabras del juego de hoy tenían que ser khormalu, praide sefid, trout y shotor. Es que de verdad somos idiotas. 

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