Después de casi tres años sin vernos, sin abrazarnos, sin tocarnos ni prepararnos té, has estado una semana en casa y estoy de un luto casi riguroso porque, si esa habitación es de alguien, es tuya. Me vas faltando en todo, en el posavasos que te dejaste en la mesa, en las latas de CocaCola Light que todavía quedan en la basura, en el bote tamaño viaje de gel de limón que te dejaste en el baño, hasta en los pelos largos y rubios que me encuentro por el suelo, enredados con los míos (que rubios de dónde, si tú no eres rubia).
Solo cuando te tuve aquí la primera noche ya me di cuenta de todo cuanto, en realidad, te echaba de menos. Caí en la cuenta de que estuve viviendo casi cinco años contigo a diez minutos de mi casa. Aunque no nos viésemos todos los días, aunque incluso ni siquiera hablásemos todas las semanas, estabas allí; al final del camino que se adentraba en el bosque, en la urbanización donde jugaban los patos y las ardillas, en aquella casa tan bonita pero tan a tomar por saco que a veces los repartidores de comida tenían problemas para encontrarla.
Y, ahora, ya no estás a diez minutos. Lo cierto es que me quedas a una distancia bastante más larga (aunque menos mal que ya no es EEUU, dios mío, te imaginas). Tenerte en casa estos días me ha hecho liberar sentimientos de mucha, mucha nostalgia.
Eres una de las mejores personas que conozco. Eres una mujer brillante, bondadosa, divertida y con un corazón que no cabe en tres estadios de fútbol. Me inspiras cada día a ser una mejor versión de mí misma, y haber tenido el privilegio de llevarte al mercao a que te griten las gitanas (aunque tú no te dieras por aludida porque, claro, no las entiendes) me ha hecho recordar cuánto me faltas en el día a día. Cuánto contribuías a hacer de mi vida una vida mejor.
No sé si será posible, pero ojalá encuentres el tiempo para venir un mes a casa y recuperarte. Sí, como en pleno siglo XIX, lo de mudarse al norte para que te dé el aire del mar y que los humores se te reequilibren dentro del cuerpo. Yo qué sé, si la que se dedica a cosas que pasan de 1650 eres tú.
'Cause I gotta have faith, faith, faith! I gotta have faith, faith, faith!
Te quiero, Clare. Te quiero tanto.
Y ojalá volver a llevarte a Cabo Home, a perdernos por un monte hechizado, a desayunar juntas en la terraza, a ver películas hasta las y pico, a cogernos de la mano mientras paseamos por la calle. Eres una parte tan importante de mi vida que me emociono y todo de pensarlo.
Por supuesto que me he puesto a llorar lo más grande en cuanto he vuelto a casa y Bob ha pasado cinco minutos consolándome, ¿pero estamos locos o qué?